La soledad en la empresa y la sociedad en la era de la
comunicación
Vivimos en un
mundo desarraigado en el que cada día nos sentimos más solos y aislados de los
demás.
La creciente
incorporación tecnológica en el trabajo nos coloca frente a artefactos electrónicos
con los que no podemos interactuar humanamente, pero de los que no podemos
prescindir para realizar nuestras tareas.
A esta relación
hombre-tecnología se suma la creciente aceleración de las actividades laborales
a la que nos vemos presionados todos los días, condicionando nuestro éxito o
fracaso.
Nos dice Thomas L.
Friedman que “… no estar disponible para los amigos y la familia, no hallar
tiempo para la puesta de sol … cumplir zumbando nuestras obligaciones sin tomar
aliento conscientemente, se ha convertido en el modelo de una vida exitosa”. [1]
Esta carrera
tecnológico-laboral nos pide estar siempre actualizados y por ende a vivir
permanentemente aprendiendo sobre los cambios diarios que nos invaden y
presionan.
Pareciera que
nuestro mundo económico y utilitario ha invadido todas nuestras esferas humanas.
El detenernos nos parece poco productivo y por lo tanto lo desvalorizamos,
perdiendo de esta forma contacto con nuestra interioridad, las personas que nos
rodean y la sensibilidad para captar lo sutil y valioso que ocurre todo el
tiempo a nuestro alrededor.
Pero lo cierto es
que “ … el hombre está estructurado de tal manera que sólo halla su plenitud en
la entrega a una persona, en la entrega a un tú personal” [2]
Leí en el diario La
Nación un artículo que me impactó. Decía la periodista Silvia Pisani que “el 6%
de la población europea -unos 30 millones de personas- no puede pedir ayuda a
nadie o no tiene con quién hablar de sus problemas personales, de acuerdo con
datos oficiales del Eurostat.”
“La
soledad será una de las nuevas epidemias para Europa,
suelen decir los demógrafos. Los casos de mayores en problemas por estar solos
se han vuelto tan acuciantes en algunos países que llevaron a sus gobiernos a
tomar medidas específicas. En Gran Bretaña -todavía dentro de la UE- la primer
ministra Theresa May, se vio forzada recientemente a crear una Secretaría de la
Soledad.”
Me impactó muchísimo
tomar consciencia de la creación de esta Secretaría. Es más, diría que nunca pasó
por mi cabeza sospechar que esto podría llegar a ocurrir.
“En Gran Bretaña el
problema afecta a nueve millones de personas. De ese total, 200.000 llegaron a
reconocer que no habían hablado con nadie "en el transcurso de un
año", de acuerdo con el detallado estudio que dio paso a la creación de
esa secretaria … El sondeo demostró que los casos son más frecuentes en grandes
ciudades.[3]
Esta información
contrasta con la “hiperconectividad” en la que vivimos inmersos, a través de
las redes sociales, que paradójicamente nos aísla en una relación individual
con una supuesta comunidad virtual a la que accedemos a través de las redes
sociales. La conexión es en la “matrix”[4] virtual, pero no en la
vida real de relación.
A mi modo de ver, es un
error creer que esta pandemia comienza cuando la persona termina su actividad
laboral por alcanzar una cierta edad, en la que deja de ser valioso para el
mundo productivo, se lo descarta y se retira al ámbito de su vida privada. Por
el contrario, el mundo laboral contemporáneo tiende a ser solitario e
individualista, carente de vínculos, llevándonos a una progresiva fragmentación
y atomización social, y dejándonos a la puerta de la depresión, por la pérdida
de sentido de la vida.
Según Byung-Chul Han somos
trabajadores “multitasking”, que vivimos en un mundo con “… un exceso de
estímulos, informaciones e impulsos. (…) La cultura requiere un entorno en el
que sea posible una atención profunda. Esta es reemplazada progresivamente por
una forma de atención por completo distinta, la hiper atención. Esta atención
dispersa se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes
tareas, fuentes de información y procesos.”[5]
En este mundo de
excesiva actividad nos resulta muy difícil detenernos y escuchar. “El don de la
escucha se basa justo en la capacidad de una profunda y contemplativa atención,
a la cual al ego hiperactivo ya no tiene acceso.”[6]
Todo ello nos está
llevando a una soledad humana y productiva, en la que no nos detenemos a mirar
y contemplar. Estamos perdiendo nuestra capacidad de relacionarnos desde lo
humano. Sólo nos conectamos en función de la utilidad económica. La
consecuencia necesaria es el incremento del vacío, la depresión y la soledad en
la que vivimos. “El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber:
voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y
víctima (…) El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en
auto explotación.”[7]
Así, según Byung-Chul Han, “el exceso del aumento de rendimiento provoca el
infarto del alma.”[8]
¿Qué hacer frente a este
vacío existencial, que nos ha llevado a un mundo solitario, egocéntrico y
narcisista?
La respuesta más certera
que encuentro es desarrollar nuestra capacidad de estrechar los lazos humanos,
de forma tal de “… estar afectiva y
espiritualmente uno con el otro.”[9] Poder estar “uno con el
otro” requiere abrir nuestro corazón y estar dispuestos a vivir el mundo de
quienes nos rodean, con todos sus anhelos, dolores y necesidades, lo cual nos
llama a una escucha empática, en la que al escuchar, vivamos lo que los otros
están sintiendo y necesitando, y nos hagamos un poco “los otros”. Kentenich llama a esto “hogar”[10], ser “hogar” para otros.
Es una forma afectiva y espiritual de relacionarnos con los otros, en la que
acortamos la distancia y nos dejamos afectar por sus vidas, acogiéndolos con
todo nuestro ser en nuestro corazón.
¡Me entusiasma esta
definición de hogar, más amplia y abarcadora de la que comúnmente estamos acostumbrados
a pensar, que incluye a todos los hombres en sus relaciones y en cualquier
circunstancia! Sostiene Kentenich que
“hogar es aquella porción de nuestro ámbito vital, físico, anímico y espiritual
en la cual recibimos y damos cobijamiento y que es, a su vez, símbolo del
cobijamiento en Dios.”[11] Este cobijamiento sólo es
posible si somos capaces de estrechar los vínculos y hacernos cercanos a
quienes nos rodean.
Alguien podrá pensar que
mi propuesta sólo puede aplicarse al ámbito personal y privado, pero no al
mundo laboral y empresario.
Yo creo que, por el
contrario, es decisivo y determinante incluir al ámbito laboral-empresario. De
lo contrario nuestra respuesta se dirigirá exclusivamente al mundo de nuestras
vidas privadas y sería parcial, mecanicista y no habríamos sanado la forma aislacionista
y utilitaria que tenemos de relacionarnos en el trabajo.
En igual línea a lo
recomendado, Enrique Shaw considera que la empresa debe ser como “hogar de relaciones
humanas.”[12]
Es decir que la empresa debe tender a generar un clima en el que podamos
sentirnos afectiva y espiritualmente uno con
el otro y no aislados y desconectados, sin que esta actitud nos lleve a
perder el objetivo propio de una empresa que es producir bienes y servicios.
Kentenich nos señala
esta enfermedad contemporánea al decirnos que “el desarraigo del hombre de hoy
es resultado de la falta de vivencia de hogar. Aun cuando posea tierra, casas,
a menudo no tiene hogar, le faltan esas vivencias.”[13] Por ese motivo “… la gran
tarea es generar arraigo, luchar por el arraigo en todos los frentes … Debemos
preparar al hombre un hogar en el hombre y en lugares concretos.” [14] y estos lugares deben
incluir necesariamente el ámbito laboral, para que la vida sea orgánica e
integral.
Hemos desarrollado una
mirada tan marcadamente utilitaria de la empresa que muchos piensan que la
aplicación de este cobijamiento espiritual, llevará a perder su rentabilidad y
la debida exigencia para alcanzar las metas que se propone. Pero la realidad es
muy distinta: es esta exclusiva búsqueda de metas utilitarias la que deja fuera
del espíritu de sus miembros el sentido comunitario de llevar adelante una
tarea en común y termina afectando a la empresa.
La empresa Google se encuentra actualmente diseñando
una nueva sede. “La idea es simple: en lugar de construir edificios de concreto
inamovibles, crearemos estructuras con bloques ligeros que se puedan mover con
facilidad a medida que invirtamos en nuevas áreas de producto”, escribió David
Radcliffe, vicepresidente de propiedad inmobiliaria de Google, en el blog de la
compañía. “Grandes marquesinas translúcidas cubrirán cada sitio, controlando el
clima en el interior, pero permitiendo la entrada de la luz y el aire. Con
árboles, jardines, cafés y ciclopistas serpenteando a través de esas estructuras,
nuestro objetivo es borrar la distinción entre edificios y naturaleza.”[15]
En este futuro entorno de integración de la naturaleza
y trabajo, seguramente las personas se sentirán más a gusto, pero ¿se sentirán
más cercanas, habrá más encuentros y menos soledad?
Antoine de Saint Exupéry señala que “Tú no puedes amar
una morada que no tenga rostro y donde los pasos no tienen sentido.”[16]
Este
es el gran desafío de los líderes contemporáneos: transformar la cultura laboral
mecanicista, ”multitasking”, de excesiva carga, que nos agota y conduce a la soledad y el
vacío existencial, por un trabajo que una la eficiencia y la rentabilidad con
la alegría, el encuentro y la creatividad.
Acompañemos las soledades de la vida
actual llevando la alegría que surge de acercarnos con nuestro corazón al
corazón de quienes nos rodean dentro y fuera de nuestro ámbito laboral, para
así generar una comunidad de corazones.
Carlos E. Barrio y Lipperheide
6 de julio de 2019
carlosebarrio@gmail.com
[1] Thomas L.
Friedman. “Gracias por llegar tarde” Editorial Paidós (2018), pág. 16.
[2] José
Kentenich. “El mundo de los vínculos personales”. Editorial Nueva
Patris-Herbert King (2015), pág. 255
[4] Utilizo este término
refiriéndome a la película “Matrix”, de ciencia
ficción escrita y dirigida por las hermanas Wachowski y protagonizada por Keanu
Reeves, en la que se confunde la realidad de la vida con la que, supuestamente,
se vive en la red que se crea a través de una conexión mental.
[13] José
Kentenich. “El mundo de los vínculos personales”. Editorial Nueva
Patris-Herbert King (2015), pág. 286.
[14] José Kentenich. “El mundo de
los vínculos personales”. Editorial Nueva Patris-Herbert King (2015), pág. 286.
[15] Forbes
México, 25 de mayo de 2019.
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